España y Escandinavia

España y Escandinavia

Hola, amigos. ¿Qué tal van las clases últimamente? ¿Os resultan amenas?

El mundo es grande y los países donde el español disfruta de presencia histórica son numerosos. No obstante, la historia ha dado muchas vueltas, y en algún momento las habilidades lingüísticas que estáis adquiriendo podrían haberos permitido comunicaros en rincones insospechados. Veamos tres ejemplos sin alejarnos apenas de casa:

Primero, Noruega. ¿Cómo? ¿Noruega?

Correcto: en 1588, los vientos arrastraron a un galeón, el Santiago, hasta las costas escandinavas. Formaba parte de la Gran Armada de Felipe II.

Como es conocido, la cadena de tempestades que tuvo lugar aquel año dio al traste con la flota (“dar al traste”, una expresión para alumnos avanzados con el significado de “destruir”).

Tras avistar tierra con el casco muy maltrecho, el capitán pensó que el puerto más seguro de los alrededores debía de ser Bergen, y contrató los servicios de un pescador local para guiarle.

Ah, pero el mar tenía sus propios planes (¿sabéis que “mar” es una palabra que puede utilizarse tanto con género gramatical masculino, “el mar”, como femenino, “la mar”?).

Y la furia de los elementos hizo naufragar la nave cerca de Mosterhamn, según los investigadores modernos. Por fortuna, parece que todos los tripulantes se salvaron.

Tras varios meses viviendo en estas tierras, se dice que volvieron a embarcar hacia Hamburgo, en la actual Alemania, pero… ¿y si alguno o algunos se quedaron? ¿Tenéis un antepasado del sur de Europa y por eso una voz interior os anima a aprender la lengua de Cervantes?

El segundo ejemplo para practicar las diferencias entre los verbos “ser” y “estar” sería Suecia. ¿Sí? ¿De verdad?

A la famosa reina Cristina le agradaba el sonido de la letra eñe en la corte. Incluso le regaló a su homólogo Felipe IV de España los cuadros de Adán y Eva de Alberto Durero que hoy se exponen en el Museo del Prado (por tradición, el nombre del pintor renacentista Albrecht Dürer suele utilizarse en forma hispanizada).

Ponedle el rostro de Greta Garbo cuando el embajador de Felipe, el conde Antonio Pimentel (con los rasgos a su vez de John Gilbert), se dirige a Estocolmo para presentarle sus credenciales. Se encuentran en un camino nevado donde las ruedas del carro se atascan (ella va disfrazada de hombre) y tienen que dormir juntos en una posada.

Y recordad la expresión del criado que, al día siguiente, sigue creyendo que la persona con quien comparte lecho su amo es un chico…

Aunque se trata por supuesto de una película, está basada en hechos reales. Los historiadores no lo afirman con rotundidad, pero es más que probable que entre el enviado de Madrid y su regia anfitriona naciera un affaire. Cuando ella por fin abdicó para dirigirse a Bruselas, él se encontraba allí para recibirla.

Un inciso: por contacto cultural, el español ha adoptado palabras de otros idiomas para su uso común. El inglés (anglicismos) y el francés (galicismos) son los más habituales, aunque no falten sustantivos que derivan del noruego. En ciertos casos se adaptan de forma plena a las normas ortográficas; por ejemplo, fútbol (de football), garaje (de garage) o fiordo (de fjord). En otras ocasiones no lo hacen y los denominamos “extranjerismos crudos”, que han de escribirse con letra cursiva: affaire, baguette, pizza

La tercera posibilidad sería hablar español en Dinamarca. ¡Pero bueno! ¿También aquí?

En 1807, Napoleón Bonaparte pidió a su aliado allende los Pirineos, Carlos IV, estacionar un ejército en el norte del continente (“allende”, otra expresión de cursos superiores que significa “más allá” o “al otro lado”). Había que “proteger” a los Jorgen y las Greten de los malvados británicos.

Como consecuencia, el marqués de La Romana dirigió a catorce mil soldados que se desplegaron entre Jutlandia (Jylland), Fionia (Fyn) y Selandia (Sjælland). De acuerdo con las crónicas (incluyendo las memorias de Hans Christian Andersen), los daneses se llevaron muy bien con sus visitantes. ¡Qué apuestos húsares, qué simpáticos granaderos, qué alegres dragones!

Por desgracia para el triunfo del amor y la camaradería, las noticias que avisaban del comienzo de la Guerra de Independencia contra Francia interrumpieron los idilios. La Romana tomó de forma incruenta Nyborg y la mayoría de sus hombres retornaron en buques de la Royal Navy. ¿La mayoría? ¿No todos?

No todos. Debido a diversas circunstancias, bien por elección propia, bien por haber caído prisioneros, unos cuantos se quedaron. ¿Algún hispano-danés en la sala?

En fin, espero haber satisfecho por hoy vuestra curiosidad. Esperad, que aún hay más.

Aunque mejor os lo cuento otro día…

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